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I´Ching

"El Libro de las Mutaciones"

 

 

 

El Gran Tratado revela que, conociendo las leyes del número y la energía de las líneas, se puede acceder al conocimiento de todo lo que ocurre en el Universo

Origen del I-Ching

El Emperador Fu-Xi

Es el legendario Primer emperador, chamán, representante de una mítica edad primigenia en la que los hombres convivían con los semidioses.

Se le atribuye, entre otros tantos legados hechos a los hombres, la creación de los ocho trigramas básicos del I-Ching o “ba-gua”. Se lo ubica aproximadamente entre el 2852-2738 aC.

 

El rey Wen-Wang

Reformador espiritual y fundador de la dinastía Zhou (1100-480 aC.). Se cuenta que fue aprisionado por el anterior monarca, y que estando en prisión, para conservarse íntegro, se concentró en la meditación, mientras sus hijos acaudillaban las fuerzas que habrían de destronar al tirano. De ese esfuerzo intelectual surgieron los 64 hexagramas, su nombre, y el texto general que encontramos en la versión de Wilhem como “Dictamen”.

 

El Duque de Zhou

Hijo del anterior, hereda el trono y agrega un comentario a cada una de las líneas de los hexagramas ideados por el rey Wen, los “xiang-quan”, con lo que el conjunto queda constituído como el Zhou-Yi o Libro de las Mutaciones (o cambios) de la dinastía Zhou

 

Confucio y la escuela Confuciana

Estructuraron lo que se conoce como las 10 alas.

 

Canonización del I-Ching

Con el correr de los años se fueron agregando infinidad de comentarios sobre este texto, y entre los años 600-200 aC. se produce la consolidación de esos textos.

 

Es interesante destacar que, durante el breve pero intenso reinado de la dinastía Qin (221-207 aC) tuvo lugar una masiva quema y destrucción de libros confucianos y canónicos, considerados adversos a las reformas que intentaba el soberano Qin-shi-huan-di. Sin embargo, el I-Ching era tan respetado y considerado de suprema utilidad, que fue eximido de esa orden.

Durante la dinastía Han (202aC.-220 d.C.) tiene lugar la elevación de estos libros al rango de libros ejemplares o canónicos, formando parte del bagaje cultural que todo letrado debía conocer.

Durante el reinado del emperador Kang-shi (1661-1722) se llevó a cabo una recopilación de las versiones chinas existentes, de las que surgió la llamada vulgarmente “versión de Palacio” del I-Ching, sobre la que trabajaron posteriormente todos los estudiosos occidentales, aunque con resultados a veces diferentes, según el sentido que otorgaban a ciertos ideogramas de raigambre muy arcaica.

 

El resto es historia, y ha quedado esbozada al referirme a las traducciones célebres del Libro de las Mutaciones. Desde la primera versión tentativa , la del jesuíta Régis, hasta las eruditas versiones modernas de James Legge, Charles Joseph de Harlez, Richard Wilhem, y las posteriores de John Blofeld, Carmelo Elorduy, y Rudolf Ritsema, varias han sido las personalidades que han encarado la adaptación del I-Ching a la intelección occidental, con mayor o menor éxito. Estos autores (y los que los siguieron casi siempre servilmente y sin esclarecer realmente lo ya dicho) agregaron a su vez sus comentarios aptos para el consumo occidental, engrosando así el texto original, ya de por sí bastante abultado por los comentarios de la escuela confuciana.

 

Pulsando sobre las imagen y accede a una biblioteca con material del I Ching 

Con Amor y Gratitud a mis Maestros.

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